miércoles, 6 de febrero de 2013

Soy una piedra.

Ser una piedra es cosa difícil, no es la ecuanimidad nomas porque sí. Una piedra debe ser ante todo una cosa muda. En cierta forma una cosa muerta. Las personas que dialogan con las piedras tienen cierto interés necrofílico. Lo mismo pasa con alguien que va al panteón a platicar con algo que ahora es nada o poco más que una losa (o en el mejor de los casos un recuerdo). Y una losa no importa si esta vertical u horizontal a fin de cuentas es una piedra. Uno, al fin y al cabo, habla con una piedra buscando hablar con uno mismo, sin reconocerlo, porque hablar o dialogar con uno mismo debe ser de locos o solitarios y ser lo uno u lo otro (o ambas cosas) es algo malo, por lo visto. Es por mucho preferible decir que tal piedra es mi amiga, por las noches ir a levantar su muda presencia del suelo y contarle todos mis secretos,  cosas que ni a mi mismo me cuento. Los muertos guardan bien los secretos. Y básicamente por eso me cuesta ser una piedra.

No hay comentarios :